miércoles, 9 de septiembre de 2020


En defensa de los videojuegos


Como participantes de la cultura gamer, consideramos necesario escribir el presente escrito debido a que los constantes juicios negativas que recaen sobre este medio –por lo tanto, también, sobre sus consumidores- crecieron en demasía.

Hemos de decir que, aunque somos fanáticos de los videojuegos, esto no va a disminuir el criterio que vamos a desarrollar sobre ellos a continuación. No, en absoluto. Y es que pese a que el título anticipa la tesis del escrito, es sabido que es prejuicioso juzgar sin conocer.

¿Qué es, pues, lo que asumen estos supuestos críticos?

Ø  Los videojuegos son un medio de escape a la vida-realidad y no enseñan nada.

Seguramente habrá más opiniones negativas. No, más bien estamos seguros de que las hay. Sin embargo, ¿Qué se quiere decir con este punto? ¿Es que la vida no implica entretenimiento? Refutemos esto, pues, y digamos que es legítimo entretenernos.

Frente a este argumento nosotros asumimos que casi todo es pasatiempo, hacemos lo que nos gusta porque, valga la redundancia, nos gusta. ¿Qué nos impide que luego de hacer los deberes, es decir, luego de un momento de entretención, nos entretengamos más? Absolutamente nada.

Es un argumento vacío decir que los videojuegos no enseñan nada. Se sabe que conjugan musicalidad (Banda sonora) con expresividad artística (Escenarios) e incidencia del jugador en la obra (Jugabilidad y mecánica del juego). A modo de ejemplo -y como conclusión- un breve repaso por juegos como Dark Souls, Demon Souls que se sirven de la épica medieval para retratar sus escenarios acompañados de una fantástica banda sonora o juegos como Fornite, Free fire, Counter strike, que promueven la coordinación de estrategias y el trabajo en equipo pueden dar cuenta de esto que acabamos de mencionar.


Autores: Griselda Maria Diaz y Michel Anthony Manga

sábado, 29 de agosto de 2020

POLICIALES

Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria

Melina es la mayor de cuatro hermanos. Su papá, ex policía, tiene poco contacto con ellos.


Según sus amigos, suele pasarse la mayoría del tiempo en la calle con chicas de su edad o yendo a bailar, tanto al turno matiné como a la noche, con amigos más grandes.


 

La vida de Melina Romero, de 17 años, no tiene rumbo. Hija de padres separados, dejó de estudiar hace dos años y desde entonces nunca trabajó. Melina, que usa piercings y tiene cinco perfiles de facebook tenía una vida acelerada. En su casa nadie controló jamás sus horarios y más de una vez se peleó con su mamá y desapareció unos días.

La chica es la mayor de cuatro hermanos: Gustavo, Facundo (mellizos, de 16 años) y Alejandro. De 14.

Todos se criaron solos con su mamá, Ana María, que es enferma de diabetes y también sufre de presión alta. La mujer es podóloga, pero trabaja muy poco por sus problemas de salud.

El padre de los chicos, Rubén Romero, es un ex policía de la Bonaerense que casi no tiene contacto con sus hijos. “Desde que mi hermana desapareció, hace más de 20 días, con mi papá nos comunicamos dos veces por teléfono. Hoy lo llamé al celular para hablar pero me dio apagado”, le explicó a Clarín Gustavo, uno de los hermanos de Melina.

Melina estudió hasta segundo año en la Escuela Técnica N° 2 de Martín Coronado, que abandonó hace unos años. Hasta su desaparición, se levantaba todos los días al mediodía y luego se juntaba con sus amigos en la plaza de Martín Coronado, que está sobre avenida Perón, a metros de la estación de trenes. Ahí se quedaba hasta la madrugada con chicos de su edad. “Mi hermana dejó de estudiar para descansar y dedicarse a la vagancia”. Le dijo ayer a Clarín su hermano Alejandro.


Clarín-15 de septiembre de 2014